Un incendio psicodélico

Oscar tenía claro que aquella iba a ser una gran noche aunque los inútiles de sus amigos le hubieran dejado plantado, otra vez. Así que había quedado con Chuso, el camello del barrio para que le diese una buena dosis de dietilamida de ácido lisérgico, más conocida popularmente como LSD.
En apariencia, no era nada llamativo, tenía un aspecto hasta inocente, un pequeño trozo de papel con el rostro de Pikachu, pero como él bien sabía , solo con ponérselo un rato sobre la lengua empezaría a sufrir alucinaciones, entre otros posibles efectos, algunos de los cuales prefería obviar.
Caminó hacia el sofá, pisando en el trayecto fragmentos de cristal, procedentes de alguna botella rota, de las tantas que había dispersas por el mugriento suelo. Por enésima vez pensó que debía dar una buena limpieza a todo eso, pero no sería ese día.
Se dejó caer sobre el sofá a peso muerto y los muelles de este chirriaron con un horrible quejido, como quejándose. Algo inusual dado que apenas pesaba cincuenta kilos debido a sus desastrosos hábitos alimenticios.
Se colocó el papel sobre la lengua, al principio no pasó nada, pero luego todo a su alrededor comenzó a dar vueltas y empezó a sentirse mareado. Tenía que salir pronto de allí.
Cuando llegó a la calle se sintió aliviado, todo volvía a su sitio. Sin embargo, al cabo de un rato, empezó a notar una sensación extraña, como si algo fuese terriblemente mal.
Entonces se percató de que la casa aledaña estaba en llamas, lo más extraño es que había gente caminando por la calle sin reparar en ello.
Les increpó gritando que aquella casa se quemaba y que sino pensaban hacer nada, pero le miraron como si estuviera loco.
De pronto, escuchó un ruido inquietante, venían ladridos de aquella casa, había un perro allí encerrado y sino hacía algo iba a morir.
Intentó abrir la puerta, pero no había manera, así que tomó una piedra y golpeó el cristal de la ventana una y otra vez hasta que esta se hizo añicos, tras lo cual entró como pudo en la casa, empezó a sonar la alarma, pero no la escuchaba en absoluto.
Las llamas le rodeaban por todas partes y apenas podía ver.
Entonces, el perro se abalanzó sobre él y empezó a darle intensos lametones, en los brazos.
-Venga vamos, tenemos que salir de aquí-le dijo y lo tomó en sus brazos, sin demasiada resistencia.
Salió de la casa sin muchos problemas y respiró aliviado, dejó entonces al perro en el suelo, pues se movía mucho.
Entonces, de repente, le rodearon varios agentes de policía, que le acusaban de haber entrado en aquella casa por la fuerza. Él trató de explicarles la situación, pero antes de que se diera cuenta lo habían esposado y lo llevaban a comisaría.
Se empeñaban en decir que todo era falso, una ensoñación, realmente habían perdido la chaveta.
No fue hasta varias horas después, en el calabozo, que comprendió que todo era fruto de su imaginación y lloró amargamente, prometiéndose que algo así no volvería a sucederle, por desgracia, aquella promesa, no duraría demasiado.

Comentarios

  1. Es lo que tenía Pikachu que daba unos calambrazos que no veas. Creo. Hace ya muchos años que no veo estos dibujos. jajaja
    Bien reseñada la historia, aunque un poco seria. El problema con la droga lo es. Tampoco creo que le hiciera mucha gracia a Oscar la aventura. ;)
    Muchas gracias por tu participación en el VadeReto.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La bailarina de sueños

La risa del rey